¿Cuántas hormigas hacen falta para tumbar un árbol?
¿Cuánto
metal para arrancar la fiebre de los charcos?
Esconde la
garganta del triunfo de los mismos,
del vuelo
terrible de infalibles lagartos.
Y siente,
surca, cesa,
avanza por
la clara amenaza que separa
el abandono
y todos los fracasos.
Ya rehace la
senda entre las casas
persiguiendo
el rastro entre cristales.
El rastro de
otra noche de guantazos.
David Rubio
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